Imagino que eran muchas cosas para poderme sentir normal, que en definitiva es lo que cualquier niño o adolescente quiere. No destacar, sino ser uno más del grupo.
Me pasé años esforzándome al máximo. Haciendo dieta para estar más “delgada” y tratar de parecerme un poco al resto de mis amigas. El tema de mi apariencia personal siempre ha sido todo un drama. Que qué me pongo, que si me hace gorda, etc. Recuerdo preguntarle a mi padre, ¿papá crees que soy guapa? Y el siempre me contestaba guapa, guapa no, pero “atracativa”, je, je.
Durante los años de escuela y universidad me la pasé estudiando intentando comprender qué demonios iba a hacer de mi vida. Siempre quise ser una niña superdotada, ser muy inteligente y cambiar el mundo y al ver que era una niña de “notables” y no de “matrículas de honor”, no sé, imagino que me enfadé con la vida por no haberme dado ese don y conmigo por no ser tan inteligente. El tema del esfuerzo ha sido una constante en mi vida. Año tras año, creció, siguió y se hizo muy fuerte. Una especie de mantra maldito que me decía cada día si tú no lo haces, nadie vendrá llamando a tu puerta para resolvértelo. En cada actividad que hacía siempre podía ir un poco más lejos y nunca era suficiente. Años más tarde he comprendido que debajo de ese afán de protagonismo lo que había era una autoexigencia despótica que me consumía toda la energía dejándome una sensación de vacío, de no ser suficientemente buena y de agotamiento bestial.
Siempre he querido ser la hija perfecta, la mujer perfecta, la novia perfecta, la sobrina, nieta, cuñada, esposa, madre perfecta. Y en toda esa batalla me fui poco a poco envenenado y desgastando. Y perdiendo…
Me fui enfadando con el mundo y también conmigo misma por no haber sabido cómo hacerlo.
Mi primer despertar fue a través de la Ecotienda de mi madre. Allí entré en contacto con una manera nueva de vivir. Una manera que he adoptado hasta el día de hoy. Aprendí todo sobre la alimentación sana, la nutrición y las terapias alternativas (Acupuntura, Masaje, Reflexología podal, Numerología, Naturopatía, Homeopatía, Fitoterapia, Flores de Bach, etc.). Por supuesto lo probé todo ya que quería pasar por la experiencia de primera mano. Leí muchísimos libros, me apunté a decenas de cursos, talleres y seminarios, fui a ferias, hice terapias y escuché todo tipo de músicas del mundo con propiedades relajantes. Y hasta hice un Máster en Nutrición.
Y como son las casualidades de la vida (bueno, ya sabemos que las casualidades no existen…) que siempre te traen lo que necesitas en cada momento. Conocí a través de mi madre a Susana, una mujer maravillosa que me ha guiado y me ha ayudado en mi desarrollo y crecimiento personal. Mi maestra. Mi gurú. Aún lo es. Ella me hizo abrirme a un nuevo grado de conciencia y aprender. En definitiva me ha ayudado a crecer.
Y como son las casualidades de la vida (bueno, ya sabemos que las casualidades no existen…) que siempre te traen lo que necesitas en cada momento. Conocí a través de mi madre a Susana, una mujer maravillosa que me ha guiado y me ha ayudado en mi desarrollo y crecimiento personal. Mi maestra. Mi gurú. Aún lo es. Ella me hizo abrirme a un nuevo grado de conciencia y aprender. En definitiva me ha ayudado a crecer.
Después de emigrar de Argentina a España, nuevamente hago otra emigración. Esta vez a Holanda. Nunca me lo hubiera imaginado. Holanda. Realmente poco sabía de este país, aparte de que las casas eran como de muñecas y que era el país de los tulipanes y el queso Gouda.
Cómo diría mi madre: “Aaay, hija mía, pero que poco aventurera. Vamos que si soy yo, me hago la maleta y ya estoy en el aeropuerto ahora mismo…”
Cómo diría mi madre: “Aaay, hija mía, pero que poco aventurera. Vamos que si soy yo, me hago la maleta y ya estoy en el aeropuerto ahora mismo…”
El principio fue duro. Muy duro. Todo era diferente. ¡Menuda prueba!
Por mis circunstancias personales elegí un trabajo que no era lo que buscaba. Cada día era morir por dentro. Me considero una persona creativa y este trabajo no solo mataba mi alegría sino también mi sensibilidad. Sin embargo, años atrás comprendería que ese trabajo de mierda ha sido la mayor bendición, puesto que me ha llevado un paso más cerca de mi ser profundo.
Después de tragar mucho veneno exploté, me quemé y tuve que ir a un psicólogo para que me ayudara. Mi primera lección: poner límites. Curioso cómo uno piensa. Si haces todo lo que la gente quiere, entonces la gente te quiere. Nada más lejos de la verdad.
La primera vez es duro decir que no, pero cada vez se va haciendo más sencillo y te vas dando cuenta de que la gente te respeta y valora más. Y un gran descubrimiento para mí: me sentía muchísimo mejor que cuando agradaba a todos. INCREIBLE.
Muchas cosas han sucedido en mi vida en cinco años. Y algunas muy dolorosas. Pero un gran día, paseando a mi perrita Nina, mi compañera de camino, en el parque cerca de casa me encuentro con una mujer, una vecina, también con su perro. Me resultó muy agradable y a partir de esa vez nos seguimos encontrando más y más a menudo. De hablar del tiempo pasamos a hablar de cosas más personales. Y de ahí a nuestras vidas y experiencias. Un día me recomienda a una terapeuta energética Miranda. Y como se suele decir, el resto es historia.
Me anoté a un curso con ella de desarrollo intuitivo, sin saber bien qué íbamos a ver. Y para mi sorpresa, estoy viviendo un despertar. Por primera vez en mi vida me he sentido en casa. Cómoda. En mi elemento. Cómo si todo lo que he vivido hasta la fecha me hubieran preparado para este momento. Dicen que el maestro aparece cuando uno está preparado. Así es. En mi vida han aparecido las personas apropiadas para que yo llegara hasta hoy.
Me siento bien en mi piel. Estoy descubriendo que la vida no tiene nada que ver con lo que me contaron y que las leyes que las rigen son otras. Estoy experimentando que se puede vivir mucho más en armonía tanto con nuestro ser profundo como con nuestro entorno. Estoy floreciendo con nuevas ideas y con pensamientos de grandes maestros. Estoy ansiosa por aprender más, por experimentar, por descubrir.
Estoy encontrando mi potencial. Y espero algún día poder mirar atrás y ver a ese patito feo convertido en cisne majestuoso. Como dice Chopra, las plantas no se esfuerzan por crecer. Solo lo hacen. Ahora yo tampoco me esfuerzo por ser buena esposa, buena hija, buena estudiante, buena profesora, buena amiga… Simplemente lo soy. Con mis virtudes y con mis defectos. Con mis dificultades y con mis retos. Creciendo. Poniendo corazón y entusiasmo en todo lo que hago e intentando estar en armonía conmigo misma y con mi entorno.
GRACIAS a todas las personas y circunstancias que me han traído hasta este punto.
Mariana Rodríguez.